El vagabundo que vive en mi colonia me cae bien. Le calculo unos 55 años, es alto, de complexión gruesa, barba -aunque esta semana se rasuró por primera vez-, y ojos claros.
Solía tener un perro, mismo que desapareció; unos días después de este suceso, vi que el vagabundo era entrevistado por una televisora, y el tema del que hablaban era sobre la desaparición del perro.
Me cae bien este hombre porque siempre está leyendo, y no pide dinero como tal, simplemente pone su gorra en el piso, y es ahí donde uno puede depositar las monedas, además, aún cuando es bastante serio, tiene "algo" que inspira confianza. Yo no soy la única a la que le cae bien este hombre, muchos colonos platican con él, desde muchachas de 20 años, mamás de 40, y señores jubilados de 70. He sido testigo de cómo los vecinos le comprar una comida en McDonalds, o le dan fruta, café, etc.
Ahora que pienso, me doy cuenta que es la primera vez que hay un vagabundo viviendo en la misma colonia que yo, nunca antes me había pasado. Si bien tengo identificados a los vagabundos, y cieguitos del centro histórico en Puebla, o a muchos de los que piden dinero en las mismas esquinas de siempre mientras viví en Puebla, nunca había vivido cerca de donde ellos pasaban la noche.
Sólo aquí, en Canadá, puedo decir que identifico perfectamente al vagabundo de mi colonia.