En diciembre de 2005, preparé una antología poética para quien era mi novio. Ya tenía varios poemas que le había escrito, pero me propuse darle una sorpresa. El estaba trabajando fuera de Puebla, pero iba a estar en la ciudad solo uno o dos días antes de la Navidad, luego se iría otra vez y lo vería hasta enero de 2006.
Como ya dije, los poemas ya los tenía, entonces me dediqué varias horas a dar un formato precioso a los mismos, a encontrar un papel bonito para la portada de la antología, luego estuve días buscando una cubierta plástica transparente para que el papel pudiera lucir, revisé mil veces si el formato de la letra era el adecuado, y además, me partí la cabeza pensando qué otro regalo le daría en Navidad.
Pero la fecha se acercaba y conozco cómo funciona el Servicio Postal Mexicano, así que fui a la papelería por un sobre color manila y luego en la oficina postal compré alrededor de diez pesos en estampillas que únicamente pegué. En lugar de enviarlo, ese mismo día fui a su casa y lo aventé por debajo de su puerta para que así, cuando llegara a su casa lo viera. (El “teatro” de las estampillas fue porque estaba segura de que él jamás había recibido correspondencia de verdad, y pensé que sería una sorpresa recibir, no solo un sobre, sino que dentro de él estuviera algo pensado exclusivamente para él, un regalo verdaderamente único).
¿Por qué comento todo esto? Porque hoy terminé de leer ese libro sobre el cual escribí días atrás acerca de las lecciones de escritura; en uno de los capítulos finales habla, de las muchos otros deleites que da el escribir más allá de la “publicación” por una gran casa editorial. Yo di ese regalo a mi novio, con todo el corazón y la ilusión posible, muchos de los poemas que estaban en esa antología –que de hecho todos escribí para él a lo largo de unos tres meses- me encantaban, aún hoy en día, algunos me parecen de lo mejor que tengo, y otros, aunque quizás no son tan buenos, denotan la forma en que le entregué por completo mi alma y corazón. Haberle dando ese regalo me llenó de una gran satisfacción, aún cuando él no pareció fascinarse en lo absoluto.
También he sido la primera que escribe y dedica un poema a varios hombres que conozco y quiero mucho: mi Juan Carlos, mi porrista, mi amigo Meza, mi amiguito de la universidad a quien no puedo nombrar; y siempre que sé que soy la primera mujer que les escribe algo exclusivamente inspirada en ellos, me lleno de alegría, me siento tan especial aunque quizás ellos en 10 minutos olviden la emoción.
Lo mejor de todo, es que ese, no es el único regalo que me ha dejado la escritura, pero hoy mientras leía los ejemplos de Anne Lamott recordé esa plancentra sensación de dedicar y entregar tus escritos.
2 comentarios:
Gran historia de un gran regalo, pero sabes que hubiera estado muy bien,que igual es muy romantico pero a la ves cursi; que una ves abierto el regalo el te dijera leeme el que mas te guste enfrente de mi!!! uuuuuyyy y una ves terminado el poema cerrar con un beso! mmmmmm te imaginas ese momento. Como de pelicula no jaja
Amiga..... tu sabes que siempre he pensado que escribes hermoso, por que simplemente en esas notas demuestras quien eres tu en verdad, y desnudas tu alma sin ningun pudor, y eso me encanta!!!, pero dime quieres que Vomite?????? "Con lo de la antologia dedicada al novio", pense que lo sabia todo pero esto no!! y creeme que me genero un conflicto existencial, algo mas para que no lo soporte, como es posible que nunca lo valoro?? es mas el nunca lo menciono, a mi si me hubieran escrito algo aunque fuera dos renglones sin sentido hubiera sido muy feliz, por ser la inspiracion y la musa de alguien pero bueno no podemos esperar que la gente haga y de mas de lo que puede hacer y dar.
Te quiero mucho recuerdalo.
Dilia
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