El sábado estuve por primera vez en los Estados Unidos de América. Para muchos esto no tiene gran significado, pero sí lo tiene para mi que soy mexicana, parezco mexicana y nunca había estado en EUA. Obviamente aún con mi visa, fui detenida al cruzar la frontera y enviada a las oficinas donde me tomaron más fotos y huellas digitales. Mientras esto pasaba y Morgan estaba conmigo, éste se dio cuenta que él era el único blanco haciendo fila para este trámite -bueno, él nunca necesitó nada, sólo estuvo conmigo-y que todos los demás no eramos blancos güeros de ojos azules. Quizás ahora comience a comprender muchas cosas, mismas que no pienso discutir por el momento.
No visité ninguna ciudad en específico, fuimos únicamente a
los outlet malls porque la gente se la vive diciendo lo maravillosos que son y los grandes descuentos que hay. Sí, efectivamente son lo máximo y ya me he auto-prohibido comprar más ropa lo que resta del año. Realmente el que necesitaba cosas era Morgan y las mejores gangas fueron su traje y abrigo. Mientras compraba su traje, los anuncios y ofertas dentro de la tienda estaban en español e inglés, y lo mismo pasaba en varias tiendas. Esta información, repito, puede ser muy básica para algunos, pero no para mi que jamás había estado en EUA.
En nuestro caminio de regreso, exactamente en Bellingham, me empeñé en que nos detuviéramos en cualquier restaurante mexicano -que están en todas partes- y cenáramos ahí. Nos paramos en uno de tantos, y fui feliz tan sólo de probar la salsa de los totopos. Al irnos del restaurant, tomé todos los periódicos latinos que pude y me fasciné de ver la calidad que tienen. Al mismo tiempo, me traumé porque los de Vancouver no se aproximan ni tantito.
Ahora puedo regresar cualquier día a Seattle, y concretamente ir a México ya que mi vuelo directo de Vancouver-Mexico City no existe más porque ha desaparecido Mexicana.