Ya no sé si
pensar en México me hace feliz o triste. No sé si lloro de tristeza o
alegría cuando escucho el Himno Nacional o veo a los fans mexicanos apoyando a
la Selección Nacional durante la Copa del Mundo.
Hace dos
fines de semana fui a comer tacos al mejor lugar que existe en Vancouver, y
todo estuvo tan exquisito que casi lloré al final de la comida. Escucho música
de cuando estaba en México y ya sea que me motive y alegre el día, o me ponga
triste y quiera llorar.
Hoy, literalmente berreé cuando canté el Himno Nacional en el partido de México contra Camerún. Fui feliz al escuchar a mi amigo Ricardo narrar el partido. Pienso en el Cielito Lindo cantado a coro por los mexicanos y quiero llorar, y ahora, finalmente entiendo esa obsesión de las personas mayores en México de pensar que el Huapango de Moncayo es de lo mejor que hay en México.